sábado, 30 de marzo de 2019

Mi casa a la que siempre puedo volver...

A veces amigos o conocidos me preguntan si sufro extrañando a Venezuela y particularmente a Caracas porque siempre publico fotos de ella o hablo de su belleza y magnanimidad con frecuencia, y la realidad es que tengo una relación muy particular y especial con Caracas porque es la ciudad de donde soy aunque no nací ni crecí en ella (pero sí con ella). Verán, para mí Venezuela siempre ha sido la casa a la que siempre puedo volver. Crecí así, con ese sentimiento, porque pasaban los años y no estaba ahí, iba y venía, unos años aquí y otros allá, pero Venezuela siempre era eso, "mi casa a la que siempre puedo volver", donde me esperaban los plátanos fritos, Choroní, mi amada Cumbres, el friito de enero, mi cerro, el verde, los inigualables cielos azules de diciembre, mi Henry Pittier y mi mar Caribe en todo su esplendor. Cuando te bajas del avión en Maiquetía y huele a mar, sabes que estás en casa. Pues eso, para bien o para mal, yo no sufro al no estar en Venezuela (o más específicamente en Caracas), porque así siempre ha sido mi relación con ella. Un querer y un amor en la distancia, como una pareja que vive en ciudades distintas. Hace unos meses, no recuerdo ya cuantos (no muchos), por alguna razón leyendo una noticia sobre Venezuela, se me salieron las lágrimas y me sentí sumamente triste, y me pregunté el por qué de ese sentimiento tan repentino. Y la única respuesta que pude darme fue que, ese día, por primera vez en toda mi vida, no sentí a Venezuela como mi casa a la que siempre puedo volver, y ese sentimiento me llenó de una infinita tristeza. Afortunadamente, fue un sentir pasajero, porque todo está en movimiento y cambio constante, y sea antes o después, tu casa, que es también la mía, volverá a ser aquella a la que todos podemos volver. Mi Venezuela, mi Caracas, mi Cumbres y mi Choroní, las quiero como siempre, bonito, con emoción y con orgullo. Las admiro desde mi humilde rincón ante su magnanimidad y su belleza, la belleza propia de lo que se construye con amor. Eres y siempre serás apreciada por tus hijos de buena voluntad, estén estos donde estén, y aún con las heridas de guerrera que orgullosamente llevas. Espérame, casa a la que siempre puedo volver, como lo has hecho desde que tengo recuerdos. Para la próxima, te prometo recibirte con una gran sonrisa. 💛💙❤️

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